lunes, 11 de agosto de 2014

Saturday, de Ian McEwan: Una mente científica y escasez de empatía

De la novela Saturday, algo que me llamó la atención fue la forma en la que la mente de Henry Perowne está construida. Se nos analiza y se nos disecciona su cabeza, mostrándonos una forma de ver el mundo puramente científica. Seguimos durante todo un día, desde la tercera persona, su línea de pensamiento, McEwan nos obliga a mirar el mundo desde los ojos de Perowne de forma casi claustrofóbica. Todo lo que hace, lo que piensa, como actúa, todo lo vemos a través de un microscopio.

A través de ese microscopio no solo vemos a Perowne, sino que también vemos a Baxter siempre a través de los ojos de Henry: una mente científica, una mente que lo analiza todo racionalmente. Henry Perowne no permite que el humanismo se entrometa en su camino y, por lo tanto, no es capaz de analizar ni a Baxter ni la literatura de ficción que recibe de una forma humana. Para Henry, el pasado de Baxter es irrelevante, hace de Baxter poco más que un sujeto sometido a estudio científico. Eso le impide predecir los movimientos de Baxter, pero también le impide entender los libros que le va pasando su hija.

Henry Perowne es una persona que no puede empatizar y, por lo tanto, no puede simpatizar o entender las razones de Baxter para hacer lo que hace, actuar como actúa. Cuando estamos leyendo el libro, tener esto en mente es muy importante.

En algunos puntos podemos llegar a ver que el arte si que es importante para Henry, utiliza la música como elemento de relajación o durante sus intervenciones quirúrgicas. Pero queda ahí su relación con el arte, ya que Henry ve la ficción y las historias como demasiado plagadas por los errores del ser humano, demasiado llenas de humanidad, y no lo logra entender. Odia el realismo mágico especialmente, no es capaz de conectar con los personajes o con las historias, y podéis imaginar porqué.

Así pues, Henry lee a Baxter como lee la literatura: como un científico, no como un ser humano. Desde su mente científica racional, un error que lo perseguirá toda la novela.

Dada mi obsesión (había escrito interés, pero debo ser sincera conmigo misma ante todo) con los personajes oscuros (antihéroes, villanos, apartados de la sociedad, sin amigos, sin nadie que les entienda, sin entenderse a ellos mismos, tristes y solitarios, traumatizados por problemas en su infancia, etcétera), me resulta curioso que me llame tanto un personaje que no es capaz de ejercer el ejercicio que hago yo al leer una novela o al leer a una persona. Henry Perowne es incapaz de hacer lo que yo hago al leer una novela, no puede empatizar con los personajes que no encajan con su estructura de vida, con su forma de ver el mundo.

Pero supongo que es la forma de narrarlo de McEwan. La forma en que me lo vende. Debo entender a alguien que no logra entender a nadie. Esta novela me obligo a ejercer empatía sobre alguien que es absolutamente incapaz de hacerlo, alguien que no logra salir de su burbujita de clase alta. Entiendo a Baxter, porqué actúa como lo hace, pero también entiendo a Henry.

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